martes, 30 de septiembre de 2008

El síndrome de las mejores cosas del mundo

...


No sé en qué momento prometí a Lore que cuando nos visitara la llevaría a cien lugares distintos en Madrid que merecen la pena, tampoco sé si he cumplido mi promesa, no lo creo, porque aún valiendo por cinco alguno de los que exploramos he de reconocer que excepto la filmoteca el resto fueron bares.

Bares míticos, dónde los chicos piden por favor el beso de las chicas, bares dónde no cabe un alma, dónde puedes estrenarte como cliente del mes, bares disfrazados de restaurante hindú, bares clandestinos, bares clandestinos en sótanos con banda de jazz, sótanos legales con banda de blues, clásicos con enemigos íntimos, bares dónde bailar “Ni tú ni nadie” y bares para cantar “Pero a tu lado”, bares para el postureo, bares de intelectuales, bares dónde te regalan rosas, bares que abren hasta el amanecer, bares para olvidar…



Si alguien me obligara a elegir de entre todos en esta semana el mejor momento tendría que apuntarme con una pistola para convencerme porque de otro modo no sería capaz de decidirme por uno solo.





Elegiría el domingo de cumpleaños en casa de David. La fiesta sorpresa menos sorpresa del mundo, con la invitada de honor en la puerta, los globos sin inflar y yo todavía enrollando sushi. Pero, coño! Fue un éxito, la manduca resultó comestible, Silvina nos obsequió con un concierto privado, el albariño corría como en casa de un percebeiro, y disponíamos de una botella de autentico vodka polaco con un ligero sabor a canela, ¿qué más se puede pedir? Soplar las velas sobre un tiramisú, buena conversación hasta altas horas de la madrugada, salir a la calle borracho, que llueva, saltar en los charcos, empaparse sentado en lo alto de quince sillas apiladas…





Elegiría la noche temática, la noche de los disfraces, la noche en la que pensé que si nos vestíamos como la mafia calabresa todo sería más divertido y en la que al final conseguí reunir de un mismo golpe a una azafata de iberia, un enterrador y una bailarina de charlestón. Fue la noche de los tacones, de los conciertos interruptus, de los bares sumergidos en el pasado, de los años ochenta y del garrafón a siete pavos…

Elegiría el martes de jam sesión en locales sin luz eléctrica, de vermuts sin hielo en las terrazas de Argumosa, de jóvenes sin excesiva preocupación por la higiene capilar o greñudos, los bares de cantautores sin cantautor para bailar mejor merengue…

Elegiría no tener que despedirme en los aeropuertos, ni en las estaciones de autobuses, ni en las puertas de los taxis…






Si alguien de verdad me apuntara con una pistola elegiría que Lore tuviera vacaciones una vez por mes, aunque en ese caso el de la pistola sería yo, apuntando a la cabeza de su jefe, claro.

Como diría ese ínclito pozo de sabiduría que es Raffaella Carrá: después de muchas experiencia he llegado a la conclusión que las mejores cosas del mundo no se encuentran realmente en ningún lugar sino que son las mejores personas del mundo las que hacen de estos lugares los mejores del mundo.

Imaginaros, si decidierais mudaros vosotras aquí podríamos hacer de Madrid una de las mejores ciudades del mundo.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Yo, que sigo siendo todavía mejor que los demás

...
Boomp3.com
Que estuviera cantando esta canción no es extraño, que lo hiciera a grito pelado a las doce y media de la mañana mientras todo el mundo me miraba podría parecerlo a no ser que experimentara uno de esos estadios metafísicos de inusitado “optimismo” que atraviesa el alma humana de cuando en cuando, es decir, cuando se está borracho, y yo lo estaba, o al menos lo conservaba de la noche anterior.



En este tipo de mañanas es mejor fingir una gastroenteritis y no ir a trabajar porque aunque lo intentas por todos los medios no puedes evitar hacer gala de una facilidad de palabra fuera de lo normal. Después de comer se me había pasado ya el efecto y fui a dar un paseo. Compré el Rolling Stone de este mes y mi sexto coleccionable de cómo aprender a dibujar manga, no por fanatismo sino porque, y los que dibujan lo saben, dos plumillas, goma y tintero por un euro es todo un regalo.

Me leí de pe a pa el reportaje que le han dedicado a la Amy y pensé que si yo fuera un maldito me gustaría ser igual de maldito que Jeff Buckley, o tal vez mejor como Elliot Smith o bueno… Luego llamé a mi amiga Rosario que no me agarró el teléfono. Ustedes a Rosario no la conocen pero yo les digo que si ustedes pudieran diseñar a su gusto la perfecta compinche de parranda no podrían pensar en algo mejor de lo que es ella. Le debo muchas noches de risas y algún plato de macarrones a la amanecida.



Esa noche me metió en un taxi a la hora en la que el alcohol convierte mi carroza en una calabaza y dejo de ser un ocurrente payaso para convertirme en un vulgar borracho. El taxista me preguntó un par de veces donde quería que ir pero simulé no oírlo, cuando estaba a punto de parar y echarme le dije que me llevara a la farmacia de guardia más cercana. Le estaba tocando los huevos pero merecía la pena, le pedí que me esperara mientras compraba una caja de preservativos, saqué un par de ellos y me los metí en el bolsillo, al pagarle le dije que se podía quedar con el cambio y también con la caja de condones; imaginé que me sonreía con admiración y gratitud pero bien pudo darme una hostia.

En algún momento deberían sacarme una tarjeta amarilla.


(La canción es de Vetusta Morla, y sí, no son el Radiohead de Tres Cantos que a todos nos gustaría pero son algo más que carne de Radio 3, la sorpresa más grata en el panorama alternativo nacional desde que Standstill se pasara al castellano.)
...

viernes, 5 de septiembre de 2008

Ayer No, pero Hoy Sí


...

Hoy no pero ayer sí, después de quemar durante horas dioptrías frente a la pantalla del ordenador, después de enseñarle a hablar, a caminar, a mirar por sí mismo, después de lo que quieran que sean diez mil plugins, diez mil millones de codecs, diez millones de más millones de bytes después, después, en la última actualización de mi windows adolescente la cosa se jode y da error, error ox80080008 para más inri, y me cago en todo lo alto. Al menos pude reiniciarlo, hace dos semanas ni rezando; murió de un ataque al corazón, dónde sea que lo tengan estos cacharros. Entonces sí que me cagué en todo lo alto.

Me poseyó tal estado de inquietud que fui incapaz de pegar ojo en toda la noche, salí a la calle y caminé tanto como para que las tiendas de informática con servicio de reparación se dignaran a cumplir con su horario de apertura. Ustedes no lo entenderán pero esa cosa era como un hijo, un nenito al que ves crecer a lo largo de los meses, cuando se le cae el primer diente, en la fiesta de fin de curso, llegando tarde a casa… y de repente se muere. No sé, más en los tiempos que corren perder algo así es como detonar una tonelada de dinamita sobre el 65% de tu vida emocional. Santo Dios! Qué sería de mí hasta que el señor-chino-de-la-tienda-de-informática me llamara por teléfono para darme un diagnostico favorable a la resurrección! A que iba a dedicar mi vacío existencial mientras tanto! Sólo quedaban dos días de olimpiadas y tiempo apenas suficiente como para aprender a estimar las cualidades hipnóticas de la natación sincronizada, así que opté por algo más fácil: enamorarme de Almudena Cid, y luego: imaginar que me correspondía. Es una fullería estupenda, disfrutaba de una vida virtual consagrada a la felicidad hasta que decidió presentarme a sus virtuales padres… No pasé la prueba.

La tele tampoco ayudaba, ni la sexta, que ha retirado Navy de la programación de sobremesa, ni George Langelaan, ni toda la saga de los metabarones … sólo yo, conmigo mismo; y eso, señores, eso es duro. (Imagínense por un momento al cierre de las vacaciones, en pleno agosto, después de haberlo perdido todo en un 65%, sin la capacidad para concentrarse en un punto inmóvil por encima de sus cabezas a lo bunbury… )
Tal vez exagero, pero para mí supuso una de las experiencias más traumáticas de mi vida, eso y los suspensos de octavo, algo como si tuvieras una casa y se quemara, como si tuvieras una casa y a tu señora dentro de la casa y se quemara, como si tuvieras una casa y a tu señora dentro de la casa y a tu hijo dentro de tu señora con un futuro prometedor como tenista profesional. Sí, exagero, hay alternativas de vida más allá del portátil, y no quiero decir más allá con un vaso de martini en la mano sino más allá del martini… exagero otra vez.

Así que dos botellas más tarde me acerco por la tienda-de-informática-con-chino-que-me-dice-todo-arreglado-dice-muy-dificil-copiar-mucho-archivo-muchas-horas y yo digo que una mierda, lo único que ha hecho ha sido darle al botón de resetear, tengo al hijo de vuelta pero tonto, devuelto a la prehistoria, sin ninguno de todos esos adorables programitas que vas acumulando a lo largo del tiempo y que hacen de estos miserables cerebros de silicio los mejores amigos del hombre después del dinero, digo, de las mascotas.

Y que se le va a hacer! Llevar un ordenador a reparar es como llevar el coche al taller, no te enteras de nada de lo que dicen, al final hacen lo que quieren y te cobran lo que le sale de los huevos. Gracias a dios el chinito los tenía pequeños.

Estos últimos días he ido recuperando (descarga-instalación-descarga-instalación) la apariencia funcional de mi ordenador y casi lo tenía a punto cuando se ha vuelto a joder (un poquito esta vez). Ayer sí, pero hoy no, hoy me da igual, hoy no tengo ganas de arrojarlo por la ventana, me gusta verle como cojea, como resopla, apetece un rato de silencio tecnológico, Ayer No, pero Hoy Sí.

...