miércoles, 29 de octubre de 2008

En dos palabras: Vetusta Morla

...



Mierda, es en estos momentos cuando desearía tener un trabajo normal, uno de esos de oficinas con un montón de mesas con un montón de gente bebiendo café y chequeando sus e-mails a hurtadillas antes de ponerse a currar en serie. Iría mesa por mesa preguntado: ¿Sabes quiénes son Vetusta Morla? No? Pues son la hostia, tío! Ayer tocaron en La Riviera, joder! Y yo estaba allí. Y David, y Ángeles, y Rosario, y estas otras chicas tan patriotas…




Bueno, las de la izquierda no vinieron, se refugiaban tan sólo de la lluvia en un bar, como nosotros, aunque tenían la pinta de ser fans, y diablos! era mi foto simpática de la noche. Luego hice bastantes mas pero con una cámara que no era mía así que olvidaos de fotitos ilustrativas de lo bien que lo pasamos, nos las tengo, fiaros de mí, lo pasamos en grande y no gracias a “teloneros” infiltrados como The Blows (¿????) una panda de niñatos con flequillos horteras que se habrán escuchado un par de discos de Franz Ferdinand y otros tantos de Bloc Party y se decidieron a comprar unas guitarras para dejar de pajearse en casa. No gracias al técnico de sonido de la sala, que aún ocupados en pedirnos la primera copa ya me ocupaba yo de maldecir y de cagarme en su puta madre. No gracias a La Habitación Roja, unos señores que llevan en esto de la música más de doce años, más de seis discos a sus espaldas, y vete a saber cuántos gin tonics. Yo nunca fui un fan pero reconozco que tengo tres álbumes suyos, que me aprendí un tema para la ocasión, y que si tuviera que regalar un disco muy poppy a una chica muy mona para hacerme el chico sensible pero no muy sensible sería el “Cuando ya no quede nada”. Lo malo es que equivocaron conceptos, dieron mucha tralla a las guitarras, Jorge Martí no estaba borracho, y por supuesto porque no tuvieron huevos a bajarse del escenario para partirle la cara al maldito técnico de sonido que les estaba jodiendo a base de bien. Sonaba tan feo que la mitad del público daba por hecho que como mínimo cantaban en inglés. Claro, que también, a estas alturas ya nadie puede tocar en Madrid después de que lo haga Vetusta Morla. No, porque estos tíos han nacido para petarlo, bueno, no de fácil como de la sartén al plato, que les ha costado pero sí más o menos a partir de ahora. Desde febrero de este año que editaron disco en toda regla no han cesado de agigantarse dentro del rock alternativo de este país, que no es mucho pero lo hay bueno. No sé si ya se escucha en los 40 Principales o en cualquier otra emisora que no sea Radio 3, lo que sí sé es que a éstos les funciona el boca a boca, el colega del colega que le ha dicho a tu amiga, coño! Estos tíos molan. Tú tomas nota y como no tienes nada mejor que hacer les haces una visita en el myspace, escuchas un par de temas y te bajas el disco, y el disco mola, mola mogollón, del uno al doce, doce jodidos tracks, de los cuales seis son cojonudos, y los otros seis son cojonudos también. No hay más opción que convertirse en fan, yo lo soy, fan de los buenos, de los que se pegan por las púas que arrojan los guitarristas una vez termina el concierto. Nunca había asistido a uno con cada una de las canciones aprendidas hasta las comas, nunca las había cantado hasta quedarme afónico, nunca… Parezco una jovencita entusiasmada, cierto? Y las había, a rebosar, y de jovencitos, reventando sala para ver en directo a lo que ya sin lugar a dudas es el grupo revelación del año, el mejor disco nacional del año, y uno de los mejores debuts en la música española desde hace tiempo.


Qué más puedo decir, escuchen… y luego canten…


Pintar otra vez esta habitación, ooo, ooooon
no me convence para nada este colooor.
Votar si el botón es una buena opción,
votaaaar si hoy hacemos el amoooooooor!!!!!!!!


...

domingo, 19 de octubre de 2008

Descripción de vuelo


...


Flying Saucer Attack - Come and Close My Eyes
Antes, en los árboles, cientos de estrellas de agua, en cada hoja, sin llegar a tocarse, como incorpóreos granos de azúcar brillando a cuatro centímetros de las pupilas, antes, de estallar en una informe y mayor fracción de lo mismo, antes, de que la suma de sus yoes les confiriera peso y fueran devueltas a la tierra…

A cuarenta metros del suelo la lluvia siempre es una mala noticia, empapa las ropas y el cabello, el agua se va filtrando lentamente a través de la piel hasta el hueso, alojándose en los espacios vacios de la carne para al cabo reintegrar la gravedad a sus miembros…

Tiemblas, te gustaría no haberte alejado tanto, ahora puede que necesites caminar una o dos horas hasta el cuarto de baño, no estás seguro, encajas las manos en los bolsillos y tratas de fijar en tu memoria todo lo que has visto esa noche a cuarenta metros del suelo…

Con siete años nada tiene demasiada importancia, nada si de verdad no la tiene, por eso no insistes demasiado cuando por pura diversión has flexionado las piernas hasta que has podido sujetarte las rodillas con los brazos y te has deslizado por el aire alrededor de tres segundos. Es un juego, y como en casi todos tus juegos los adultos prestan poca atención. Por eso no vas a ir corriendo detrás de tu madre enrojecido de entusiasmo a explicarle como has podido deslizarte a medio metro del suelo. Corres pero para cogerle la mano, ella habla con una señora gorda que no has visto antes, cuando aprietas sus dedos deja de hablar y entráis en el mercado de San Fernando, hacéis el recorrido habitual, no te gusta como huele el mercado, sobre todo la carnicería dónde tu madre te abandona guardando cola, no lo entiendes, porque no tienes ni idea de lo que quiere comprar, no tienes dinero, eres muy pequeño y los demás te miran como si no estuvieras allí, odias eso, odias guardar cola, algún día tu madre llegará demasiado tarde, piensas, me tocará el turno de pedir y no sabré que hacer, creerán que soy idiota, te gustaría poder escapar…

Descubres que es relativamente sencillo, no siempre lo consigues pero casi siempre que lo intentas eres capaz de saltar sin impulsarte y mantener luego en un vientre aéreo los pies despegados del suelo; pero lo que no puedes es ascender por ti mismo más allá del medio metro original, deberías subir a algún lugar elevado y probar desde allí. La ventana de tu casa es el lugar más elevado que conoces, miras hacia abajo subido a una silla y te entra el miedo, está demasiado alto. Pero no hay ningún sentido en tener un nuevo juego y no jugar hasta cansarse de él, es tú lógica infantil; tal vez esta noche no, pero en las siguientes sabrás cómo encaramarte al alfeizar de tu ventana y cómo dejarte caer hacia abajo…


Cuanto mayor sea la altura mayor será la duración del vuelo, eso lo asimilaste bastante rápido. Al principio te precipitabas casi de inmediato, sin apenas trasladarte, pero con los años has aprendido a utilizar las corrientes de aire para prolongar los deslizamientos, has aprendido que basta una ligera inclinación del cuerpo hacia la izquierda para ir a la izquierda y que una pequeña inclinación hacia la derecha te lleva al lado opuesto. Que puedes endurecerte y caer a voluntad o sustentarte en un punto como si aguantaras la respiración. Y aprenderás todavía muchas más.

Te encanta hacerlo, miras hacia los lados comprobando que nadie pueda sorprenderte, después de pasear durante horas, antes de que amanezca, y subes, sin más. Fue lo último que aprendiste, a elevarte sin más, desde los adoquines hasta no demasiado arriba para poder mirar por las ventanas e intuir sus sueños, para contarlos todos, del cien al millón cada uno, y luego sonreír cómplice de ti mismo y decir: ¡Menudo desperdicio!

Mucho más tarde conociste a otros, otros que te aseguraron que podían hacer lo mismo que tú, pero tú jamás viste a ninguno de ellos cuando estabas allí arriba, por eso dudabas de ellos, tanto como ellos dudaban de ti, imaginas. Pero ahora ya no importa, como las cosas que de verdad ya no importan, ahora eres tú el que de verdad no puede hacerlo, has olvidado cómo, y si ellos pudieran, realmente para ti, ya poco importa.