martes, 28 de julio de 2009

El Happy Birthday del día: Pato


Pato hizo este dibujo perfectamente sobria en una servilleta de papel a las cinco y media de la mañana vete a saber en qué antro de Vigo.

Ustedes no lo saben pero dibujar en servilletas de papel a las cinco de la madrugada es una de las mejores cosas que se pueden hacer a las cinco de la madrugada en un bar, por supuesto, la otra mejor cosa es seguir bebiendo, pero eso no tiene demasiado merito.

La primera vez que vi a Pato estábamos la pandilla recién llegados a Galicia, fue la primera vez que también coincidía con esas otras dos amigas de premio Nobel que atesora David, Lore y María, y la primera vez que asociaba la ciudad de Vigo como sinónimo de vacaciones. Habíamos alquilado un coche y Santi condujo la noche entera mientras yo obligaba a todo el mundo a escuchar mi música a todo trapo, ni que decir tiene que en el momento en que me ofrecieron una cama, una vez alcanzamos nuestro destino, acepté de inmediato. Cuando desperté era bien entrada la tarde y en casa de María había llegado más gente, no recuerdo cuanta más. Dialogaban no sé muy bien de qué, creo no participé mucho en la conversación, además no se extendió demasiado, Pato tenía que tomar a la hora el ferry que la llevara de vuelta a Cangas si no quería tener que esperar al siguiente. María la llevaría hasta el puerto y David y yo decidimos acompañarlas. En el coche se habló de bastantes cosas pero tampoco recuerdo de qué, recuerdo que llegamos con el tiempo justo y que décimas de segundo después de que Pato comprara el pasaje el barco soltó amarras, recuerdo como nosotros continuábamos animándola a cogerlo aun cuando ya lo había perdido y recuerdo que me alegró que lo perdiera.

Bueno, y quién es Pato se preguntaran algunos de ustedes. No soy el más indicado para darles una respuesta. Yo no sé muy bien quien es Pato, apenas la he visto un par de veces, sé que lee libros en varios idiomas, que le encanta la música, que es fanática de Suede, The Smiths, The Cure, de los Manic Street Preachers, lo cual no es muy arriesgado, si lo es ya en el caso de Dolly Parton, New York Dolls, Siouxsie & The Banshees… sé que debe mirar la lluvia desde la ventana de su habitación, que cierra la puerta y a veces se pone a bailar, sé que le chifla hacer listas del cien al uno, del cuarenta al cincuenta, del dos mil hacia delante, sé que últimamente tiene fijación con los prerrafaelistas, sé que odia que la estafen en el cine, que ama las películas de terror y la serie B, sé que regala christmas artesanos a sus amigos y tarjetas de felicitación que hace ella misma, sé que de alguna forma conseguiré leer más de esas inquietantes historias de gemelos que guarda celosamente en varios de sus cajones, sé que colecciona pegatinas, cachivaches y alguna rareza, sé que no sabe en qué momento una de las estanterías de su cuarto se vendrá abajo y la sepulte una tonelada de mangas, sé que viajará a Japón y pedirá un café con leche en japonés, sé que en un futuro próximo ganaremos el maldito certamen de comic de Cangas aunque tengamos que hacer trampa, sé que no comprende porque esos enanos no se pueden estar callados y quietecitos atendiendo a algo por lo que sus padres han pagado, sé que se muere de vergüenza cada vez que hace un buen chiste y nadie lo entiende, sé que no le gustan los exámenes, sé que adora meter cosas en un sobre, cerrarlo, ponerle un sello y meterlo en el buzón, sé que es mucho mejor cuando toca abrirlo, sé que a veces se pregunta cosas que nadie se pregunta y se pregunta por qué coño nadie se las pregunta, sé que hoy es su cumpleaños…

Feliz Cumpleaños Pato.

miércoles, 8 de julio de 2009

Making Vampires

Sudando. Estoy tumbado en la cama sin mover un músculo y no paro de sudar, me digo que si pudiera concentrar en un punto todos mis pensamientos y relajarme sería capaz de detener el sudor, pero sé que es imposible, como lo es parar los latidos del corazón. Algunas cosas son imposibles, se conforman con seguir su curso.

Me levanto y enciendo el ordenador, abro una página de Word y pienso en escupir algo de literatura auto-condescendiente que luego colgaré en mi blog. Como no se me ocurre nada me entretengo en pasar un par de viejos recopilatorios de Joy Division de audio a mp3, los escucho y ambos me parecen geniales, aunque solo me decido a incluir uno en el reproductor. Me recuesto otra vez en la cama con los auriculares salpicando sobre mi cráneo la voz siniestra de Ian Curtis… Walk in silence, Don't turn away, in silence. Your confusion, My illusion, Worn like a mask of self-hate, Confronts and then dies. Don't walk away…

A la hora despierto con las sabanas pegadas al cuerpo, tratando de precisar el nombre de la persona con la que he soñado. Ésta, en el sueño, primero me ha regalado una maceta con girasoles gigantes y después, en otra localización, (al inicio era una casa de campo), ha sido portadora de una mala noticia. No he logrado recordar más detalles, pese a poner todos mis sentidos en ello ha sido imposible, y la impotencia ha terminado por focalizar en otra parte de la memoria esa sensación de desasosiego que arrastraba desde el principio de la noche.

Abro un paquete de galletas y me siento delante del televisor esperando a que éste me calme, desgraciadamente a esa hora solo dan estúpidos concursos o anodinas reposiciones de conciertos de jazz y no tiene el efecto de siempre. Opto por darme una ducha y mientras el agua fría me abofetea pareciera que funciona, que no pienso, que no siento… pero es cerrar el grifo y todo vuelve a la normalidad. Miro la imagen que me devuelve el espejo como si fuera la de un desconocido, he debido perder cuatro o cinco kilos estos últimos meses, no es mucho pero para alguien de mi constitución supone un acontecimiento catastrófico, estoy casi peor que Christian Bale en El Maquinista. Conduzco mi mano sobre el abdomen ascendiendo por los costados hacia el tórax palpando cada una de las costillas que amenazan con salir en cualquier momento disparadas de la carne, me detengo en la primera izquierda, cerca del esternón, en el punto que todavía me duele desde el incidente, presiono gradualmente hasta que suelto un gritito.

Son las cinco de la mañana y estoy sudando de nuevo. Me visto, cojo algo de dinero, salgo a la calle.

Desciendo a la carrera por la calle de Atocha, estoy corriendo porque llego tarde a una cita, he quedado con Víctor en El Retiro, aunque no es así como lo recuerdo, está atardeciendo y me gusta correr, no entiendo muy bien la razón pero me gusta, corro casi todas los tardes, un día lo hice durante una hora y cuarenta y tres minutos, luego tuve una tendinitis en ambos tobillos y ya no corrí más, no podría ser corredor de fondo, pero me daba igual, tendría que elegir otra cosa, no recuerdo qué cosa fue la que elegí pero no era seguir corriendo así que no me explico porque lo estoy haciendo ahora, aunque tal vez no lo haga, tal vez lo imagine, lo recuerde, proyecte un recuerdo hasta mí que soy en el presente y me identifique con él. Bien, entonces ése que fui yo corría calle abajo por algún motivo, se detenía junto al semáforo, alzaba la vista y observaba los árboles meciéndose al compás como las olas del océano cuando se aproximan a la orilla, observando el destello de la luz moribunda del sol atravesando una celosía de hojas doradas, el rugido de los autos, su volumen y movimiento, el espacio físico que ocupaban momentáneamente en el tiempo, las personas que esperaban a que el muñequito verde del semáforo resplandeciera, inquietas, ansiosas, desconfiadas, adormecidas… Ése que creo fui yo, inmóvil, también a la espera, imponiéndose la necesidad de convertir la realidad primero en experiencia y luego en memoria, en pasado… Ése ¿alguna vez estuvo vivo? ¿Tiene algo que ver conmigo, con mi yo, ahora, que siento, pienso y actúo? ¿Acaso pensaba, sentía, actuaba él? ¿Pienso yo ahora, siento, actúo o es que sólo lo recuerdo?...

Apago el reproductor, lo meto en el bolsillo y estiro los brazos. He llegado hasta Ciudad Universitaria desde mi casa, ya ha amanecido y hay en el aire un matiz frío y puro como si se hubiera derramado un pedazo de cielo sobre la tierra. Me descalzo y refresco mis pies en la hierba. Quedo allí durante un momento, sin moverme, esperando que llegue alguien y apoye su mano sobre mi hombro, que me diga lo que tengo que hacer a partir de ese momento, cómo debo regresar a mi casa, cuándo he de cepillarme los dientes, qué palabras son las adecuadas, a qué hora debo despertarme… Llegará, lo recuerdo, ha venido ya muchas veces, pero mientras soy libre, estoy respirando, inevitablemente, solo, pequeño, triste, feliz…

Me aseguraré de poder recordarlo.