MiércolesNo es como otras veces, esa sensación de viaje prácticamente ha desaparecido, aun ya en el aeropuerto, abrochándose el cinturón de seguridad, descontando cada minuto de la hora y poco que dura el trayecto a Barcelona. Tampoco surge al pisar la ciudad después de no haberlo hecho en nueve años, ni siquiera preguntando por la calle poeta cabanyes, subiendo al apartamento, comprobando in situ que luce mucho más acogedor de lo que aparentaba por internet. Hasta las seis de la tarde todo lo que puedas ver o hacer no pasará del mero trámite. Por eso te sientas y esperas, enciendes la televisión, sales al balcón, mandas un impaciente sms a las seis y cuarto.
N te cuenta su periplo de taxis mientras deshace la maleta. Cuando termina la tomas por la cintura y sabes que no vais a llegar en hora al concierto de Echo ni con una máquina del tiempo.
Después de canjear el abono hasta en dos ocasiones os informan que no podréis disfrutar del último concierto de la noche, aforo completo, repiten. Decenas de jóvenes caminando de regreso a sus hostales y una inmensa cola a la entrada del Poble parecen certificar la amenaza. N te mira e infiere que si hay tanta gente esperando es porque cabe todavía la posibilidad de entrar. Y lleva razón.
Comienza a sonar Odessa justo en el instante en el que os decidís a pedir las primeras copas. Te lanzas de la barra hacia el escenario como si Dan Snaith fuera el primo hermano que siempre quisiste tener. N lo hace detrás de ti, con un vaso en cada mano. Bailas y observas a N desentumecerse feliz después de casi cuarenta minutos de espera. No habría sido en absoluto empezar con buen pie si os hubierais perdido esto.
Jueves
Estás tan a gusto paseando de la mano de N por el Raval y el barrio Gótico que te parece infinitamente más atractivo aventurarse a husmear en cada tienda de modernos que comprobar cómo unos cuantos fulanos machacan guitarras, aporrean baterías y se desgañitan ante una muchedumbre de fans enloquecidos. Convences a N de que Moon Duo, Of Montreal y de igual forma P.I.L. no merecen mejor atención que ver morir la tarde en el centro de Barcelona, que si acaso luego Glasser valga tal “sacrificio”. Medio la convences, porque de vuelta en el apartamento eres capaz de escuchar sus pensamientos y has bajado un par de puntos en la nota final.
Una vez dentro del Forum se oyen los berridos de Nick Cave en el escenario principal. Aguantáis dos canciones por el simple hecho de contemplar en vivo a un buen ejemplar del cretácico del post-punk tratando de sobrevivir a sí mismo. No obstante la noche es para Interpol. Aguardáis cerca de una hora a que Paul Banks aparezca en el Llevant sin más alardes que ajustarse la correa de la guitarra antes de ir uno a uno interpretando ortodoxamente todos los temazos de la banda. Bailáis, brincáis, extasiados, os besáis también, liberáis la adrenalina contenida junto a otro millar de personas que salta y grita las canciones con vosotros. Sientes la magia del festival por fin. Quieres más.
Viernes
Viernes es el gran día, apenas unas horas para ultimar la puesta a punto de vuestro disfraz de modernidad, americana, corbatita, vestido de lunares, gafas de pasta, relojes casio… Wolf People toca el temón nada más llegar y de ahí rapidito a coger sitio para The National. Matt Berninger que no había visto tanta gente en su vida sale con una copa de vino, saluda a la concurrencia y piensa para sí que hoy lo tiene que dar todo. Pega un sorbo a la copa, aunque no lo necesita porque ya está borracho, quién sabe si también puesto de qué, escupe sobre el escenario, arranca a cantar como si tratara de expulsar una diabólica divinidad de las amígdalas, Little Faith, Start a War, Terrible Love, Anyones`s Ghost, Squalor Victoria, Brainy, Fake Empire… Se ha contagiado hasta tal punto de su propio enardecimiento que salta del escenario para encaramarse a las vallas de protección y otorgarse un baño de vanidad entre la multitud enfervorecida del mismo modo que lo haría un tío con una banda llamada Guns N’ Roses. Los chavales se encuentran tan agradecidos con el público que regalan cuatro bises. Y el gentío les despide como si hubieran sido ellos los que han ganado la Copa de Europa. Matt Berninger transportándose en su nube comienza a sufrir una afonía que persistirá durante todo el fin de semana.
Antes de que puedas recuperarte hay que descartar a Belle & Sebastian y Low en favor de un Twin Shadow que no defrauda. Después y todavía sin resuello descartar también a Explosions In The Sky y a Deerhunter porque te has obstinado en considerar que los desconocidos Field Music suenan como lo harían los Beattles si fueran unos carrozas y continuaran tocando juntos estilo los Rolling. No tienes ni puta idea si estás o no en lo cierto pero te encantan de todos modos. Como lo hará Pulp tres cuartos de hora después. Uno de los grupos fetiches de tu juventud y que jamás has visto en directo. Tampoco defraudan, cómo podrían. Un seductor Jarvis Cocker oficia los primeros ah, ah… de la noche para deleite del público que le corea y sigue el rollo. No recuerdas con exactitud porque estos mariposones te gustaban tanto hasta que suena Disco 2000, desde ese momento recuperas la memoria sentimental. Algunos en derredor vuestra encienden bengalas y lanzan confetis mientras que cerca de treinta y cinco mil personas danzan y gritan al unísono… I never knew that you'd get married. I would be living down here on my own… on that damp and lonely Thursday years ago… yeah, yeah. Nada logrará superar esto, ni siquiera Common People.
Al llegar al escenario donde está tocando Battles te encuentras totalmente vacío, sin una gota de entusiasmo que gastar más que para apretar tu copa de cartón y sujetar la mano de N.
Sábado
Después de Einstürzende Neubaten y Swans, dejas de empeñar alma, corazón y estomago en el exterior y te centras en lo que has sentido estos días, haces balance del viaje, piensas que acabas de cumplir treinta y tres años y aunque desde hace cinco o seis creías estar de vuelta de todo te sorprendes experimentando emociones de un calibre tan rosáceo que harían sonrojar a cualquier adolescente. Lo peor de todo es que no te avergüenzas, te sientes feliz, indirectamente tal vez culpable de estar apropiándote de un estado de ánimo que nunca te ha pertenecido, pero hasta ahí. Miras a N y no puedes dejar de sonreír, una sonrisa blanda y bobalicona que como ya le has referido antes solo al final del día ha de remitir para descanso de las mandíbulas. Sí, rosa, ligeramente cursi, exacta.
Ayer tuviste un sueño extraño, había un personaje que no eras tú saliendo embarrado del lecho de un río, acunaba en su regazo un considerablemente grande fragmento de roca como si se tratara del objeto más frágil del universo. No sucedía nada más, tan solo el tipo parado frotando de vez en cuando con la manga de su camisa el pedazo de roca. Despertaste y no entendiste porque habías soñado eso. Tardarás dos semanas en hacerlo.
Domingo
N y tú cantáis I Wanna Fall In Love de los BMX Bandits, con los BMX Bandits delante, nadie más lo hace, nadie más ha imprimido la letra de la canción, solo la solista veinte minutos antes de iniciarse el concierto y vosotros. Y vosotros lo hacéis mejor, no os saltáis ninguna estrofa, exhibís mayor ímpetu y desafináis con menor descaro. Ha sido vuestra canción despertador durante una semana y media, ahora os sentís un poco decepcionados, borráis vuestros nombres de la lista de fans y pedís otro ron con coca cola.
Mercury Rev os resarcen. Suenan mágicos, hipnóticos, epatantes… siempre quisiste decir esa palabra: epatante, la dices, abrazas a N, bailas pegado a su espalda, grabas un poco del concierto con el iphone para tener tú propio 9 Songs de bolsillo, besas a N. Lucís tan encantadores que hasta una guiri os pregunta si puede sacaros una foto. Claro que puede. Vuelves a besar a N.
Lunes
Observas el avión de N tras la cristalera de la puerta de embarque, aguarda la autorización de la torre de control que se demora ya treinta minutos para despegar. Te gustaría que se retrasara hasta la hora de tu vuelo, que fuera necesario desembarcar a los pasajeros y que así ninguno de los dos ganara la carrera de las despedidas.
Finalmente el avión cobra movimiento, alza grosero el vuelo, se va… con su desaparición regresa el mismo estado de trámite que advertiste nada más arrancar estas mini vacaciones, las cuatro, cinco o seis horas que te separan para restablecer la felicidad obtenida a su lugar de origen.