martes, 12 de mayo de 2009

16 Números de Ficción



1

Steve me mira con sus ojos de pescado como si acabara de presenciar una resurrección. He desaparecido tan solo dos días pero en esta isla minúscula el record de desapariciones está fijado en cuarenta minutos veintisiete segundos. Podría preguntarme dónde he estado, dónde me he escondido, por qué mis ropas están sucias y mojadas… no lo hace, y se lo agradezco. Me tiende un Cd que acepto sin excesivo entusiasmo mientras me siento encima de la cama y me cubro con la toalla simulando secarme la cabeza para que no me vea llorar. Cierra la puerta y se va.

A veces tomas una decisión y no la puedes llevar a término simplemente porque el agua del océano está demasiado fría. El frío es tan intenso que los músculos de tu cuerpo no quieren obedecerte, deseas avanzar, dar una sola brazada y es imposible, lo único que consigues es chapotear de manera patética al lado de la orilla temblando sin control… comprendes que las decisiones más importantes de la vida y también las más estúpidas no dependen de la voluntad de uno sino que han de sucederse a un nivel invariablemente aleatorio.

Observo el Cd que todavía tengo entre las manos intentando descifrar la letra infantil de Steve a través de las lágrimas. Mike Scott’s Songs The Waterboys. Lo coloco en el reproductor, bajo las persianas y me tumbo en el suelo.

We're sailing in a strange boat
heading for a strange shore
We're sailing in a strange boat
heading for a strange shore
Carrying the strangest cargo
that was ever hauled aboard

We're sailing on a strange sea
blown by a strange wind
We're sailing on a strange sea
blown by a strange wind
Carrying the strangest crew
that ever sinned

We're riding in a strange car
we're followin' a strange star
We're climbing on the strangest ladder
that was ever there to climb

We're living in a strange time
working for a strange goal
We're living in a strange time
working for a strange goal
We're turning flesh and body
into soul


2

Ayer recibí una llamada. Al parecer él está aún más solo que yo. No sé realmente que pretende ofreciéndome de nuevo su amistad, amistad que revirtió y anuló hace unos años y que todavía escuece. No tenemos nada en común, no hice más que amoldarme un tanto a su personalidad y gustos, todos los que nunca en verdad han sido míos pero que fui adoptando para estimular su compañía. Prácticamente son sus palabras. Siempre fue una persona con una lucidez por encima de la media, hasta cuando cometía errores éstos mismos se resolvían en su gesto frío y seguro hasta regresar con la apariencia de ejemplo a seguir: “Haz algo”. Debería, claro, eso siempre ha estado presente, la actividad, la función y el sentido de la vida de uno, pero reconozco que cada vez con mayor intensidad me resisto ante el ineludible condicionante de hacer algo, de ser algo. Es estúpido, lo sé, tan estúpido como viajar a un país lejano y matar el tiempo en la habitación de un hotel. La vida es un enriquecimiento continuo, hay miles de cosas que aprender, que experimentar, sensaciones, emociones, perdidas y ganadas. Pero todo gira en torno a mí como las ruedas de un carro, nunca podría comenzar a contar desde el primer radio.


3

Apenas he comenzado el viaje y ya han basculado todas las emociones posibles que una persona puede experimentar, desde la euforia y el optimismo hasta la soledad, el cansancio y la tristeza.

Me vuelvo cada día menos previsor y ordenado. Poco he pensado en el viaje, ni siquiera deseaba comenzarlo, pero uno debe hacer algo, debe estar en movimiento, eso “aconsejan”.

He estado a punto de perder el autobús esta mañana, estoy demasiado acostumbrado a llegar tarde a cualquier sitio, si los españoles se tomaran en serio los horarios indudablemente lo hubiera perdido.

Al llegar a Salamanca en la misma estación compré de inmediato un billete para Oporto, no me apetecía quedarme un día entero en una ciudad tan al alcance de Madrid, entre más lejos mejor. El frenesí y la improvisación hicieron sentirme bien. Compré una empanada de atún y mientras iba mordisqueándola de camino al centro de la ciudad pensé cuan agradable es estar de viaje, que bueno es tener un destino en un horizonte mediano. Ahora sentado en un banco dentro de la catedral, (qué crueles edificios para los hombres), en esta atmosfera lúgubre e imponente salen a flote cada una de las amarguras que se van incubando a lo largo de la vida, los pequeños complejos, la autocompasión, la desesperanza y el absurdo.

Llevo esperando el toque mágico por quizá una década, desde que se abandona el albor de la juventud y uno se precipita de cabeza en la edad adulta, ese mísero resplandor que se estrecha entre el final de la alambrada y el simple anhelo de ser amado, ese otro lugar diferente, ese otro transcurrir diferente que todavía no he entendido del todo.


4

Estoy comiendo tallarines al tuco en un pintoresco restaurante en el barrio de San Telmo. Son una especie de fideos gruesos, amarillentos, con salsa de tomate y perejil. No sé si están buenos porque tengo tanta hambre que los engullo antes de que alcancen una temperatura prudente para no quemarme la lengua.

Los camareros son críos de entre once y trece años, como la mayoría parecen gente tranquila, hablan pausado y caminan con una lentitud desconcertante. El que debe ser el patrón, un hombre que mira de lejos los cincuenta, calvo y con lentes, me tomó nota muy amablemente y al rato volvió para interesarse si me había gustado o no la comida. Todo muy rico, le dije.

Me apresuro a terminar el plato de tallarines porque casi es medianoche y temo estén a punto de cerrar. Lo están pero eso no les importa, aquí el tiempo transcurre de otra manera, lento, en la medida del imprevisible talante del bonaerense.

Hace unos minutos ha terminado el partido de Boca, al punto se ha levantado la mitad del local y se han marchado. La otra mitad ni siquiera carga relojes, departe amigablemente mientras ofician los clásicos rituales de las sobremesas. Hay en el argentino un lenguaje a mitad de camino entre lo serio y la teatralidad complaciente. Gustan de utilizar la ironía y a pesar de su aparente ausencia ánimo son observadores sagaces.


5

Cuando salgo no me apetece regresar a mi hotel, Buenos Aires simula una endemoniada actividad, nadie parece preocupado porque sean las tantas de la madrugada, de las tanguerías escapa el humo rápido del cigarro, un rumor ahogado de llantos, de música, las pizzerías continúan abiertas e infectadas de hambrientos clientes nocturnos, los chavales juegan a ser maradona en la calzada… Contagiado de esa figurada despreocupación antes de darme cuenta me he alejado demasiado, las pizzerías ya no están abiertas, no hay luces en las ventanas y las farolas se espacian cada ven a mayor distancia… Me he perdido, no saco el mapa para orientarme porque considero que llevo más del tiempo necesario en esta ciudad para actuar como un turista indefenso, y porque está bastante oscuro, el barrio se ve bastante amenazador y si lo saco sí que voy a parecer un turista indefenso… Después de caminar en círculos durante media hora me rindo y trato de fijar mi posición; antes de comprobar que me he apartado de cualquier punto conocido del mapa un adolescente emerge de la oscuridad en mi dirección. Traté de preguntarle donde podía encontrar un remis que me llevara de vuelta al hotel pero no me hace caso, está únicamente interesado en venderme unas estampillas, como le digo que no se aprieta contra mí y me asegura que tiene una navaja en el bolsillo, si no le doy todo mi dinero me la clavará. No me mira cuando me amenaza, su cabeza está casi pegada a mi pecho y es con mi pecho que habla, yo no le doy miedo, tiene miedo de lo que se supone que implicaría si le dijera otra vez que no. Me aparto unos centímetros y le tranquilizo. ¿Ves? Le digo, saco mi monedero y lo vacio en su palma derecha, acto seguido cierro la cremallera y lo introduzco de nuevo en el bolsillo del pantalón. Le miro alejarse y siento pena por él, en el fondo le he estafado, debajo de la camisa llevo colgada una billetera de tela con unos cuantos cientos de pesos, mi presupuesto para el viaje.


6

A mitad de la plaza sufrí una terrible punzada en el pecho, inconsolable e ilocalizable cerca del corazón. Dolía tanto que mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Doblé el cuerpo para recuperar el resuello y mitigar el dolor pero éste persistía en el mismo modo. Imaginé que si alguien me viera desde alguna de las ventanas me encontraría ridículo en esa postura así que me incorporé y anduve dos tres pasos hasta conseguir sentarme en un banco. No intervenía ningún sonido ni se movían las hojas de los árboles, los edificios de viviendas permanecían inmóviles, definidos y carentes de cualquier agitación. Por un momento… las piedras, la arena de la plaza, las baldosas, los troncos de los árboles, los balcones, la oscuridad y la noche existían fuera de mi percepción, independientes de mi mirada, la mirada que hasta entonces los había hecho posibles. Solo se pertenecían a sí mismos, como cosas-en-sí, como el propio dolor, manifiesto, único, común y quizá… imaginario.


7

FASTEN SEAT BELT WHILE SEATED

Todo se hace con cuidado dentro de un avión. Los auxiliares de vuelo ofrecen bebidas a los pasajeros y conversan entre ellos en voz baja. Sonríen cándidos, como si trataran con niños o ancianos. Esa atmósfera de fragilidad y cautela contagia a la mayor parte de los pasajeros que optan por dormir, tal vez ensimismarse, y los que disfrutan de un camarada susurrar el diálogo. La verdad es que no me entusiasma para nada este viaje, ni conocer otra nueva ciudad, ni acumular en la memoria turística la anécdota del futuro, ni el deambular desolado por los museos…

Pero la compañía de Vero lo cambia todo, podría pasarme los diez días encerrado en un café o en una librería… en el fondo el viaje solo nos ha servido de excusa.


8

Al parecer siempre que se emprende un viaje, en tanto pueda considerársele como tal, se termina por arrastrar sueño y cansancio desde el primer día. En el tren que nos lleva de camino a Ronda no he podido resistirme a dormitar un rato pese a la incomodidad de los asientos, como si el vaivén del vagón me instigara a recorrer el paisaje de ojos para adentro.

El periódico anunciaba tormentas y cielo cubierto para esta tarde pero de momento luce un sol esplendoroso y con él las laderas de la sierra, cada olivo y cada terrón de tierra, la espiga seca, la casa encalada, todo refulge en forma admirable, con un tono dorado mate.

Lleva siglos depurar en un solo acto la belleza que proyecta el hombre, y uno lleva todos esos siglos tras de sí y sin embargo se ve impotente a su modo de expresar la propia que tiene delante.


9

Durante la proyección no me atreví a girar la cabeza, se veía nerviosa y simulaba aburrirse. A ratos apoyaba la nuca contra el respaldo de la butaca, enderezando severamente la espalda lo que obligaba a forzar el ángulo de flexión de los músculos del cuello, exhibía un aspecto extraño, como si en aquellos momentos hubiera quedado tetrapléjica. Antes de que apagaran las luces pude mirarle a la cara, llevaba media melena en un corte provisto de un toque anticuado, al igual que la miscelánea de sus ropas. Si le inquietó que me sentara a su lado no demostró más que indiferencia, apagó el móvil y extrajo de un bolso mínimo lo que podría ser un diario, hizo un escueto apunte y volvió a guardarlo. Fantaseé con entablar una charla después de que terminara la proyección pero al iluminarse de nuevo la sala parecía ansiosa por marcharse. Desplegué mi anorak que tenía comprimido sobre las rodillas al tiempo que ella se levantaba, se había arrugado demasiado y aquello por alguna razón que se me escapa me avergonzó lo suficiente como para no volver a mirarla. Desfilé al unísono con otros centenares de pies hacia la salida. Ya fuera entretuve el camino de regreso todo lo que pude, consulté la programación de la semana siguiente y miré la hora un par de veces con el pretexto de eternizarme en la puerta por si todavía no hubiera salido, me reconociera y se dirigiera hasta mi a través de la multitud. Luego caminé en dirección contraria a mi hogar con la esperanza de acertar su itinerario.

La calle apenas la ocupaban algunos transeúntes, la ciudad alentaba la calma de la noche y se podía escuchar al detalle cada estertor, cada estímulo… ecos de conversaciones extintas, el ronquido exasperado de los coches ante los semáforos, el extractor de humos en la cafetería de la esquina… pero no sus pasos, silenciosos, fantasmales… calle tras calle. Comprobé espeluznado que a pesar de cambiar de dirección aleatoriamente continuaba mi mismo recorrido, siguiéndome a escasos metros. Por supuesto albergaba inconsciente la dominante exigencia de relacionar a mi perseguidor con la muchacha que había monopolizado desde hace cuatro horas mis pensamientos, pero en aquel momento era incapaz de reaccionar al respecto, aun convencido de la coincidencia, solo podía contemplar el hecho de ser perseguido. Mantuve el ritmo de mis pasos y adopté un aplomo menos convincente de lo recomendable mientras agachaba la cabeza fingiendo caminar sumido en mis cavilaciones, prestando atención exageradamente a los ruidos más intrascendentes con la esperanza que en uno de los giros pudiera atisbar por el rabillo del ojo a mi perseguidor. Hubiera resultado tan sencillo dar la vuelta y detenerse a esperar que llegara a mi altura… Pero no me atreví.


10

“Muchas veces somos incapaces de un genuino encuentro porque sólo reconocemos a los otros en la medida que definen nuestro ser y nuestro modo de sentir, o que nos son propicios a nuestros proyectos”

Estoy leyendo este libro de Sabato y me acuerdo de Aitana, no la he llamado después de lo ocurrido, hace tres semanas, quizá más. Cuando Aitana se enfada no monta una escena, no grita, no discute, no trata de convencerte que estás equivocado, sólo se calla, se encierra en su caparazón y no dice una palabra. A otras personas no les gusta el silencio, yo lo adoro, la adoraría por ello pero todavía no estoy preparado para darme cuenta. Tan solo contraataco con mi silencio, mi silencio es mejor que el suyo, soy el campeón de silencios más prometedor desde Apolonio de Tiana, ella lo sabe y me odia aún más por eso. Entonces comienza lo más divertido. Se levanta, se concentra, frunce el ceño y lo suelta… Me lanza un Kame-Hame-Ha, uno sacado directamente de una página de Dragon Ball, igualito, en blanco y negro, con sus líneas cinéticas y todo. Acepto el desafío e iniciamos nuestra particular batalla que se extenderá unos deliciosos minutos, inmaduros y ridículos minutos pero que yo adoro, y la adoraría por ello pero todavía no estoy preparado para darme cuenta.


11

Aitana está sentada en el suelo abrazándose las rodillas. Nos miramos sin decir nada durante un rato, queriéndonos decir todo lo que nos hemos callado… pero no nos sale, solo nos miramos, ella sentada en el suelo y yo de pie junto a la puerta. Estamos esperando que alguno que no sea nosotros dé el primer paso, el primer Kame-Hame-Ha que rompa con la gravedad de nuestros semblantes, que nos devuelva al principio del juego… pero nadie lo va a hacer por nosotros. Nosotros tampoco. No nos sale.


12

KAME


13

HAME


14

HA


15

MENU – CONTACTOS – NOMBRES – AITANA – 678393…

Acaricio el botón de llamada, espero a que la luz de la pantalla del teléfono se apague y le doy a cancelar. Repito esta operación una y otra vez. Cada nuevo intento me aleja un poco más de hacerlo, más me convence el miedo, el orgullo y la culpa, más se materializa el adiós…

MENU – CONTACTOS – NOMBRES - …


16

Ahora que estoy cayendo viene a mi mente el fragmento de un poema que se recita en una de las películas de Andrei Tarkovski. Recuerdo que cuando la vi salí bastante desconcertado, había prestado mucha atención y me irritaba el hecho de no haber conseguido asimilarla racionalmente. No obstante me era imposible asegurar que a pesar de no poder enunciarlo en palabras había sido incapaz de comprender nada…


“[…] La muerte no existe,

Inmortales somos todos.

No hay que temer a la muerte ni a los setenta años.

Solo hay realidad y luz,

No hay niebla ni muerte en el mundo este.

Soy de los que recogen las redes

Cuando viene en bandadas la inmortalidad.

Vivan en la casa y la casa existirá.

Llamaré a cualquiera de los siglos,

Entraré en el siglo y mi casa vivirá.

[…]”



Ahora podría condensarlo en una sola: Fe. El padre de Tarkovski hablaba de fe y luego el hijo a su mejor manera no hizo otra cosa. Pero no de fe religiosa o ideológica sino de fe interior, fe afectiva, la fe del individuo, esa fe en nosotros mismos que hemos perdido al tiempo que la trasladábamos en la tecnología y el conocimiento. Resulta gracioso que el atributo que mejor nos define y comunica con el/lo otro esté calificada (parte de ella) por nuestra moral como una manifestación de debilidad. La razón ha de dividir para comprender, el uno frente al otro, a lo uno que es beneficioso nombra como bien y a lo otro que es perjudicial nombra como mal, de la distinción obtiene una guía de conducta, tender al bien y apartarse del mal. En el sujeto emocional la alegría se incentiva, la tristeza se mutila. Más ambas son raíz de un mismo árbol, si cortas una parte en la otra redunda un daño. El equilibrio se rompe. No hay vuelta atrás. La herida no sangra pero tampoco cicatriza.

Tarkovski aborda el concepto de fe como vehículo de redención para el hombre moderno, una vez se ha apartado inexorablemente de sus orígenes y sin posibilidad de retorno la fe representa una vía indirecta para recuperar la integridad.

“Vivan en la casa y la casa existirá. /Llamaré a cualquiera de los siglos, /Entraré en el siglo y mi casa vivirá.”


13 comentarios:

Qcousas dijo...

Joder, meu, encantoume!!!

Frases como:

-“A veces tomas una decisión y no la puedes llevar a término simplemente porque el agua del oceáno está demasiado fría”.

-“Qué bueno es tener un destino en un horizonte mediano”.

-“Ese mismo resplandor que se estrecha entre el final de la alambrada y el simple anhelo de ser amado, ese otro lugar diferente, ese otro transcurrir diferente que todavía no he entendido del todo”.

-“Como si el vaivén del vagón me instigara a recorrer el paisaje de ojos para adentro”.

-“A pesar de cambiar de dirección aleatoriamente continuaba mi mismo recorrido, siguiéndome a escasos metros”.

Por non falar do terceiro parágrafo cara ao final…semella que te convertiches en poeta…

Non sei se realmente falas disto, pero chámaa, non deixes que transcurran máis horas e chámaa, sen explicacións ou reproches, simplemente para facerlle entender que te alegras de estar con ela, para enumerarte novamente todos estes motivos polos que “la adorarías por ello a pesar de que no estés preparado para darte cuenta”.

Bicos a moreas, meu! (A anterior esra mellor que esta, pero… quen te mandou cambiar o tipo de letra?!).

Pato dijo...

Voy a tener que leer la entrada el fin de semana. Pero los dibujos me encantan.

Unknown dijo...

Magnifico! mereció la pena la noche sin dormir camarada.

Anónimo dijo...

16 es un buen número, pero ¿por qué no 36 o 160? No quiero creer en "lo bueno, si breve": prefiero saturarme, querido Amigo de Ted.

Por el momento tendré que conformarme con releer (¿quizás 16 veces?) tus 16 saltos al vacío.

Y una única palabra: Bravo! (qué grande el italiano, que en 5 letras lo dice todo).

silvina magari dijo...

No sé que te ha pasado o si has pasado. Gracias. Te veo a las diez.

silvina magari dijo...

Has pasado... del mundo, al ser.A ser. El texto es. No existe para ser leido, como todo el entretenimiento y el ego que encontramos y en el que nos abandonamos. Aunque nadie lo leyera, el texto no perdería nada, ni ganaría nada.

silvina magari dijo...

No ganaraía nada, porque es genial objetivamente.

Miss Perverse dijo...

ayyyy... que me he equivocado de entrada, bueno... esa que he puesto en "respirar y tragar" o.... ¿cómo era? en fin, la siguiente, tenía que ir aquí...

pero te voy a repetir...: Artistazo!!!

oye otra cosa que quería comentarte, en PERversion, cuando despliego en el blog los comentarios de las entradas (no en esta ventanita donde también se hacen los comentarios) la tipografía no se ve porque está en negro, el mismo color que el fondo. Tú no sabrás cómo se cambia el color de la tipografía de los comentarios, no?

Miss Perverse dijo...

por cierto me encanta el texto también...
eso: ARTISTAZO! Pero en todos los sentidos...
Besos Guapo!

Anónimo dijo...

Muchas felicidades veinteañero wenorro!!Besos

Rosario

Qcousas dijo...

Felicidades a raudales guapo!!!

Anónimo dijo...

j'adore...

Bubu dijo...

un 95% de posibilidades, sin ninguna duda!!