jueves, 22 de octubre de 2009

La LLuvia Ayuda a No Ser Yo


La lluvia me ayuda a no ser yo, aleja un poco lo mío para que su lugar lo ocupe una tristeza blanda, amable y marchita. Y mientras ella se queda siento que puedo llegar a ser otro del que soy, no distinto, sólo parecido… tal vez mejor.

La lluvia me ayuda a respirar. A recordar cómo lo hago y porqué.

Llueve esta noche en Madrid. No hay absolutamente nadie por la calles y nadie a mí se acercará a pedirme un cigarro o a preguntarme una dirección, puedo caminar a mis anchas sin dirección ni intromisiones hasta que me dé la gana, hasta que dure la lluvia o se haga de día, hasta que me canse.

De vez en cuando ignorándome pasa calle arriba un auto como un animal de otra especie, huraño de sí mismo, abriéndose paso entre el repiqueteo incesante de la lluvia sobre el asfalto. Mañana, o más bien hoy en la tarde regresa mi hermana de sus segundas vacaciones, hace un par de semanas me pidió que pasara por la casa de mis padres y regara las plantas. Supongo que no están muertas, supongo que para ellas dos semanas sin agua no son lo mismo que dos semanas para mí. No tiene mucho sentido que vaya a regarlas esta noche con esta lluvia pero haciéndolo aprovecho y gasto del insomnio algunas horas de ceremonioso aburrimiento, revolveré y mancharé ciertas cosas por la casa para que vea que me he preocupado.

Al llegar abro las ventanas porque huele a cerrado y a humedad pero tras un rato tengo frío y las cierro. Enciendo la tele, hago zapping indiscriminado hasta que se me despierta el hambre. Me levanto y preparo un improvisado guiso con todo lo que está a mano. Mientras como me siento de nuevo delante del televisor, aunque ya sin prestarle atención.


No quiero amodorrarme en el sofá por eso me incorporo y voy hasta mi antigua habitación. Hay cuatro cajas enormes apiladas junto a la cama, contienen parte de los libros que fui acumulando en mi juventud. En una de ellas encuentro diversos archivadores con estúpidos relatos que no me entretengo a revisar. Debajo, en una carpeta infantil descubro un viejo manga de Naoki Urasawa y una joya que creía perdida, cinco tebeos del Príncipe Valiente en su edición original en fascículos. Pese a que de pequeño siempre le dediqué más tiempo y pesetas a los cómics de Spiderman y de los X-Men guardaba especial cariño a aquellas tardes de siestas que yo me negaba a dormir porque prefería devorar el único cómic que heredé de la exigua biblioteca de mi padre. Entre las hojas sueltas del genio Hal Foster me aguarda otra sorpresa, trece páginas de mi propio esfuerzo y entusiasmo, el segundo cómic serio que dibujaba en mi vida después de una particular versión de Dragon Ball. Recuerdo que partió de mi hermana la idea primigenia, aunaba prácticamente todos los clichés de la serie de novelas Dragonlance, pero enseguida me desentendí de sus aportaciones y me apoderé del control de la historia. Mientras mis amigos comenzaban a emplear sus fines de semanas en ocupaciones pro-adolescentes yo apuraba la luz de las tardes escuchando viejos éxitos de M80 Radio y desangrando bolígrafos.


Una floja y peligrosa sonrisa proveniente de la memoria pende de mi boca, aproximándome otra vez a la persona de la que he huido unas horas antes gracias a la lluvia, encarnándome, comprimiéndome para dejar de ser el-parecido a mí y ser el-yo de nuevo. Activo mi cuerpo procurando retrasar este momento inevitable unos minutos más, me incorporo y guardo mis tesoros en la bandolera. Antes de salir me fijo en el lomo negro de un libro de la inconfundible editorial Cátedra, es una antología de Carlos Bousoño. Es curioso que en mis anteriores redadas me hubiera pasado desapercibido, fueron sólo libros de poesía los que rescaté cuando me fui.

Las páginas que están dobladas indican poemas que me gustaron cuando lo leí; hojeo alguno preguntándome que fue lo que en su momento me sedujo de ellos. Obtengo respuesta de tan solo uno, leo un fragmento en voz alta y salgo a la calle por fin.

[…]
Llovía en la ciudad inmensamente
y hacía frío además, pero tú ibas
bajo el agua torrencial, enjuta; indemne
en otro sitio
irrespirable, caluroso, seco,
bajo de techo, sin ventanas, pobre,
allá en otra estación
de otro tiempo tal vez,
donde tú padecías, sin mojarte
jamás
[…]

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay Manu!! Esta me ha encantao,bsss
Rosario

Qcousas dijo...

Idem do mesmo...se tanto te gusta a choiva quizáis Galicia sexa o teu sitio, de seguro...
Eu, cando chove, vóltome irremediábelmente para adentro, nun exercicio medio de catarsis persoal...