lunes, 31 de mayo de 2010

Violación y mostaza

1

Me he presentado con más de una hora de adelanto a la fijada para la salida del tren que me llevará a Rabat. Como no quiero acabar la biografía de Paul Bowles leo todo lo despacio que puedo, recreando algunos de los pasajes en mi mente para luego volver a leerlos. Dentro del tren permanezco dubitativo, voy recorriendo vagón tras vagón desde segunda clase hasta primera sin decidirme en que compartimento quiero entrar. Aunque no había mucha gente esperando en el andén dentro parecen haberse multiplicado. Al final me meto en uno que está ocupado por una sola persona, un hombre grueso y un tanto somnoliento. Antes de que el tren se ponga en marcha entra un señor vestido de traje oscuro con un maletín y una voluminosa bolsa de plástico negro. Ambos, el señor grueso y el recién llegado intercambian saludos mientras yo finjo mantenerme concentrado en mi lectura. A los pocos minutos de movernos el señor de traje oscuro baja la bolsa de plástico del portaequipajes donde previamente la había colocado y comienza a vaciar su interior. Al estar justo enfrente no puedo asegurar que se trate de una obra pictórica pero salta a la vista que es un lienzo. Queda observándolo por un lapso suficiente para que tanto el señor grueso como yo nos sintamos interesados. El otro hace un comentario aprobatorio. Le insinúo sí es posible que también yo pueda echarle un vistazo. Como se siente complacido saca los restantes lienzos que aun guarda en la bolsa. Una serie de manchones y rayados de los cuales se logra distinguir el contorno de un rostro. Los otros tres restantes parecen pertenecer a una serie compositiva, algo así como una vista panorámica dividida en tres secuencias de tiempo. Nos explica que son obra de un estudiante de arte de la escuela de Tetuán. Amablemente el señor grueso y yo alabamos los cuadros y los comentamos con mayor amplitud de lo que merecen.

El propietario de los cuadros habla un español universitario, es un hombre culto, apasionado por las artes y las ideas liberales. Más tarde descubriré que es profesor de francés en la Universidad. Charlamos animadamente, para simpatizar con él digo que yo también soy medio artista, ilustrador en concreto, dibujante. Él asiente con la cabeza. Busco en mi mochila el cuaderno de dibujo que apenas he utilizado durante el viaje. Es una lástima que solo haya cuatro bosquejos de no muy buena calidad pero me es útil para iniciar una más que interesante conversación.

Departimos de arte, de la cultura marroquí, de las tradiciones del mundo musulmán. Expone sus ideas con claridad y convicción. Sostiene que la vida moderna debe renovar la circunscrita mentalidad del marroquí, frente a la visión teológica de la vida se manifiestan multitud de otras visiones, como el amor, el juego, la política, el arte… si se limita el campo perceptivo a tan sólo una visión religiosa del entorno en los demás campos no será capaz de cambiar ni de adaptarse a los tiempos. La normativa religiosa es antigua y permanece anquilosada por siglos en la tradición, mientras que el mundo a su alrededor cambia vertiginosamente sin que el Islam pueda asimilarlo.

La tertulia en la que intervendrá también el señor grueso que luego averiguaremos desempeña un oficio relacionado con el arte se desarrolla en árabe, francés y español. El profesor hace las labores de mediador y traductor puesto que el otro aun comprendiendo mi idioma no se nota con confianza suficiente para hablarlo. Esto motiva extensos diálogos entre ellos de los que me excluyen. El profesor me explica que nuestro interlocutor es un artesano y a colación de este dato nos habla de un artista marroquí que trabaja el cuero en el sentido tradicional pero utilizando a nivel compositivo la libertad y la abstracción propias del arte moderno. Extrae de su valija un libro de arte donde se recogen algunos de sus trabajos.

- Muy sugestivo – comenta él – puedes apreciar aquí el cuerpo de una mujer desnuda, ves, en esta elegante curva, bastante sensual e innovador para la cultura árabe.

Me presta el libro que examino encantado mientras ellos vuelven de nuevo a conversar en árabe. Al devolvérselo él se interesa por mi ocupación.

- ¿Estudias o estás trabajando?

Le contesto que ambas. No sé por qué ya por dos veces en el viaje he mantenido la misma ficción.

- Soy estudiante de fotografía. – Supongo que es algo que en cierta ocasión tendré que ser.

Al preguntarme por cuál es mi línea, cuáles son mis fotógrafos favoritos, no logro atinar otros nombres que los ya manidos Helmut Newton, Cartier-Bresson, Man Ray y etc. Como la respuesta aparenta haberle decepcionado me invento un tal Juan José Hinojosa para dármelas de “indie”. Más satisfecho se interesa por mis motivaciones a la hora de hacer fotografías. Le digo que busco principalmente la musicalidad, el ritmo como vehículo para ordenar la composición de la mirada fotográfica, por ejemplo en la arquitectura, en el espacio dentro del espacio, la ventana hacia el interior, hacia el infinito… Alabo por ello la particular disposición urbana de Tánger y lamento de pasada el robo de mi cámara en esa ciudad. Segunda ficción necesaria que trae consigo un sentimiento indirecto de compasión y afecto.

Vuelve a buscar en su valija y me muestra otro libro de arte en el que se incluyen algunas fotografías estupendas de un artista local. Me intereso por el libro y pregunto si puedo hojearlo con detenimiento. Me lo tiende y sonríe. Se bajará en la próxima estación, debe tomar otro tren hasta Mequínez, pero antes volverá a hablar locuazmente sobre cómo está conformada la mentalidad del marroquí medio. Aprovecho, ya que es época, para preguntar si el pueblo recibe el mes de Ramadán con alegría o con resignación.

- Con resignación – me contesta.

Considera que el hombre posee una memoria interior y otra exterior. Para el ciudadano marroquí esta última mira hacia fuera a través de los medios de comunicación, prensa, TV, internet, se adapta a los cambios y a los nuevos imperativos sociológicos, pero la memoria interna permanece anclada en el pasado. La Memoria Interior del musulmán conoce muy bien quién es él, de dónde proviene, qué le ha hecho llegar a ser lo que es, pero es una memoria arcaica, ordenada en base a unas normas dictadas hace siglos y que impiden al individuo reconocerse como tal, obligándole a comportarse y a actuar de un modo determinado, repitiendo cánones una vez tras otra. Esta memoria actúa como impedimento creativo, frenando el desarrollo natural de la sociedad y de la cultura de un país.

- La Educación es la clave – afirma – ése es nuestro problema.


2

Ya no me parece tan buena idea. El sueño que negué a la noche del domingo exige ahora autoritariamente ser restituido. Dejo de leer y me froto los ojos con fuerza. De ningún modo quiero dormirme, no aún, tan cerca de mi destino. Pero sé que la caminata hasta Chamartín y el cansancio acumulado del día anterior al final se cobrarán la deuda frente a mi empeño por permanecer despierto. Tampoco es que me importe mucho, en realidad no estoy disfrutando del viaje, ni siquiera sé por qué lo estoy haciendo.

Practico un tonto juego de mi infancia, visualizo a Clark Kent persiguiéndome en una loca carrera campo a través, le imagino pegando saltos de veinte metros, abriéndose paso con su inhumana zancada a través de los campos, poderoso pero todavía grávido, todavía no demasiado veloz como para llegar a la altura de mi vagón y golpear la ventanilla.

Cuando despierto me incorporo con un escalofrío. Me duele el cuello horrores. Siempre me sucede lo mismo, nunca he encontrado la posición adecuada para adaptar el sueño a los asientos de aviones, trenes o autobuses. Luego arrastro las molestias durante una semana.

Un señor mayor con bigote me indica que hemos llegado, le doy las gracias mientras observo cómo se levanta renqueante hacia las puertas de salida. Ha estado sentado junto a mí durante todo el trayecto y estas han sido las únicas palabras que hemos cruzado. Me recuerda al profesor universitario que conocí hace años en mi viaje por Marruecos. No porque albergara algún tipo de parecido con él sino porque inapreciablemente he anhelado que al abrir los ojos se encontrara allí.

Le hubiera dicho que estuve pensado en lo que explicó, que yo asimismo considero que la mente del hombre se compone de una memoria externa y otra interna. En una registra la experiencia activa del entorno y en la otra la emoción vivida. La primera provoca la aparición de la segunda, y la segunda condicionará el registro de las subsiguientes primeras; así una y otra vez…

La memoria acumula la información desde un mismo punto del paisaje, lo que facilita que sea más fácil identificarnos con ella, extraer un quién soy yo, el cómo me llamo. Esta identificación se hace más fuerte con el paso del tiempo, acercando cada vez más la experiencia al ego, el acto a la memoria. Una memoria que nos viene ya vieja y gastada por otros tantos millones que han vívido de la misma manera que nosotros suponemos única.

Como si año tras años acortáramos un palmo la cuerda que impide escapar al burro cuando está paciendo. Giraría en círculos concéntricos hasta tropezar con su propio trasero.

Tal vez sea un movimiento inevitable, incluso necesario.

Me adentro en la ciudad caminando despacio, cabizbajo, con una deshilvanada idea convertida en deseo; me encantaría creer que mi tren es especial, que sus círculos concéntricos son más amplios que la mayoría, que siempre rodeará la misma montaña una y otra vez teniéndola por el punto más alejado en el horizonte.

6 comentarios:

Arkadia dijo...

Lo de los trenes está muy bien pero me he quedado rayada con el título... ¿?

silvina magari dijo...

Ahí, a lo novelista. Muy bien papi.

Qcousas dijo...

O teu tren é especial, meu...así como a túa memoria...a de cadaquen éo...

el amigo de ted dijo...

El título no es mío, confieso, lástima porque es muy bueno. Me los sugirió Ro mientras preparaba su trabajo de farmacología.

Temo haberlo desaprovechado porque el post es bastante peñazo. Pero no me pude resistir. Titular a lo William Faulkner es una de mis debilidades. Ya que esto de escribir no es lo mío al menos generar algo de expectativa, no?

Anónimo dijo...

Pues a mí me ha gustado mucho.

Anónimo dijo...

Yo tambien te quiero mucho, no, no, no, yo te quiero más.
Manu, no sólo eres una de las personas más importantes de mi vida, sino que además, me siento orgullosa de que estés en ella, por no hablar de cómo la mejoras.
Tu silviNa.