miércoles, 17 de julio de 2013

Contrabandistas


El sudor me empapa la frente, lo noto acumulándose en la nuca, en el cabello detrás de las orejas. Casi no puedo respirar. Aun así me comprimo todavía más, capturando el aire justo, como si la avería de un submarino hubiera tomado la habitación.

 Permanezco tan inmóvil como soy capaz, rogando porque el latido aplaque ya de una vez su escandalera y guarde silencio. Ella también se halla inmóvil, se ha acurrucado en un lado de la cama y está a punto de dormirse. 

Hasta mi oído llega el tic-tac de su reloj de pulsera, se ha hecho más evidente ahora en esta burbuja de calma. Va marcando el tiempo que nos queda, quince minutos, un segundo, una centésima menos… 

Sé que con tan solo mover un brazo, sé que agitándome un poco ese tic-tac nos va a explotar en la cara como un sol de mediodía. Así que sigo quieto, callado, respirando apenas.

Aumento quizá una pizca más la presión, entierro más mi cabeza en su cuello…  imagino en la yema de mis dedos un poder sobrenatural para confundir piel y sueño, una habilidad para saltarse el mañana y el que viene.

Se ha despertado. Los sonidos de la madrugada nos asaltan a través de la ventana. Me aproximo a sus labios, me mira con los ojos todavía medio entreabiertos, sonríe dulcemente. Mientras nos vestimos murmura que no es justo. No es justo, repite y nos abrazamos.

Bromeo, le digo que la próxima vez compraré una cuerda y la ataré tan fuerte a la cama que no podrá irse. Me devuelve de nuevo una sonrisa irrepetible, tan hermosa que podría tumbar a un gigante mitológico. 

Pienso que a veces la vida te propina una maravillosa bofetada de belleza en la cara.

Caminamos cogidos de la mano. Soltamos nuestras manos. Reímos. En la esquina paramos un taxi, antes de que llegue nos besamos, tierna, furtivamente. Nos despedimos, cierro la puerta y contemplo su silueta desvaneciéndose en el interior del coche.

Regreso a casa, meto mis manos en los bolsillos y aprieto los puños dentro. No sé muy bien por qué lo hago, puede que pretenda retener de esa manera la evocación física de esta noche, un botín para la memoria.

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