miércoles, 2 de julio de 2008

Momentánea recesión emotiva de la felicidad



boomp3.com
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Hace tiempo escribí a una amiga ironizando sobre las célebres crisis que sufrimos los tipos creciditos como yo en época de cumpleaños, presumía de una presunta inmunidad otorgada al convivir con la señora de todas las crisis desde que tenía edad para afeitarme. Ambas, inmunidad y permanencia, las considero falsas.

Hoy en el autobús de regreso a Madrid aprecié lo bien que había disimulado mi tristeza durante todo el día, acaso se notó hacia el final, aunque bien pudo pasar por un momentáneo enojo porque no necesité aclarar mi súbito silencio. Pero lo malo de darse cuenta de lo bien que lo has hecho es que dejas de creer en lo estás haciendo, dejas de creer que no te afecta, que ya te has acostumbrado… y por tanto dejas que la crisis comience a creer en ti.

Habitualmente la gente cuando se le confía un momento chungo de nuestra vida tiene a mano unas palabras de ánimo, consejo o cualquier otro tipo de replica positiva con la finalidad de hacernos ver que no merecemos tanta tristeza como nosotros pretendíamos. Pareciera que se avergüenzan de nuestro desaliento, de nuestra debilidad, pareciera que debiéramos en toda circunstancia lucir una sonrisa permanente, una sonrisa que pueda hacerles olvidar que ellos también sufren un cachito del día cada vez que se levantan. Y eso sería lo idóneo porque así no tendríamos que dar explicaciones de ninguna clase, ni que buscar una causa razonable a nuestra desdicha, ni que añadir antes de los adioses un propósito de enmienda… Pero a veces solo se puede fingir lo que nos sale de dentro, y lo que nos sale es que estamos jodidos, tan jodidos que no nos apetece que nos vean tan jodidamente jodidos, lo suficiente como para no poder estar de otra forma. En estos casos disimular nos sale fatal y en un buen número de ocasiones acabamos capitulando y compartiendo nuestra desdicha con el prójimo.
No sé lo que esperan ustedes de los demás en dadas las circunstancias pero lo único que yo no querría es que trataran de alentarme o de resolver mi desaliento a golpe de argumentos en contra. La tristeza como viene se va, es una cuestión de creencia, si lo hacemos bien seremos capaces de fingir que somos capaces de ignorarla, si la ignoramos es como si no existiera, y si no existe no hay razón por la que estar alicaído. Entonces comenzamos a hacerlo mal, como no hay ninguna razón se la buscamos, y al buscarla descubrimos que estamos fingiendo, descubriéndolo perdemos la fe y al perderla dejamos de ignorar la tristeza. Tan pronto como viene se va.

La tristeza forma parte de nosotros, no depende de los acontecimientos para surgir sino para despertarse, medrar; son las palabras, (nuestro intento por verbalizarla, comprenderla, allanarla), quienes desarrollan su estado de continuidad en el tiempo, la crisis. Las palabras forman también parte de nosotros y están presentes todo el rato por lo que conseguiríamos acabar bastante jodidos si, gracias a la madre que parió el diccionario, no cohabitaran multitud de palabras diferentes, de las cuales muy bien podríamos desterrar la palabra crisis por algún que otro eufemismo como hacen los políticos, pongamos: momento de recesión emotiva de la felicidad, o desaceleración parcial de la alegría, o descenso de las expectativas del crecimiento fundamental de la diversión, o el que fuere capaz de permitirnos volver a fingir que ésta no existe, de creer que al final nos tocará ese pedazo de felicidad que andamos esperando.


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay Manuel,qué gran tema!Pero me siento incapaz de discutirlo (otra vez) sin una cerveza delante(como siempre),mañana??
Besos
Rosario

Common People dijo...

un autobus de larga distancia es un oasis para el pensamiento.

"las faldas cortas...alargan mis deseos"

Anónimo dijo...

Bien escrito Manuel.

Y además me dices...

Gracias.

silvina.

Ojalá los que veré dentro de un rato en los premios larra escribieran como vos. Pero no tienen la suerte ni el gancho.

sea.

ola.

Bubu dijo...

Cuando estás sumergido en la tristeza y los momentos se vuelven amargos las palabras de aliento del que jamás se para a escuchar su propio sentimiento son como un puñetazo en la boca del estómago. Yo sólo quiero que sean sinceros y se dejen de palabras vacías que supuestamente nacieron para animar.

Viva la tristeza y la desazón y todos aquellos que cuando andamos bajos de moral lo único que hacen es sentarse a nuestra vera para compartir un silencio eterno.

Me debes un retrato y un silencio eterno

Pato dijo...

¿Pero qué nos pasa? ¿En qué nos hemos convertido? Tanta democracia, tanto nivel de vida y tanta polla, para luego tener la moral por los suelos. ¿Por qué estamos todos tristes? ¿Sentimiento de culpabilidad? ¿O es que vemos demasiada tele?

el amigo de ted dijo...

No lo sé, tal vez tengamos demasiado tiempo libre